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OPINIÓN - 18/2/2025
La Restinga, un pueblo de ''hierro''
Por Raúl Álamo
18/2/2025
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La idiosincrasia de La Restinga es muy especial. El carácter de sus gentes está marcado no sólo por los avatares de la vida, sino por los temporales del sur, por la dureza de la mar, por el salitre; hasta no hace mucho, por la subsistencia de una pesca artesanal precaria y por un aislamiento secular. Para ir a La Restinga, salvo que sea de vacaciones, hay que pensárselo dos veces.

No nos olvidemos tampoco que hasta el año 2007 su dependencia político-administrativa del municipio de La Frontera, a más de cuarenta kilómetros del Valle de El Golfo, condicionó su desarrollo y fue el Cabildo de El Hierro el que tuvo que  casi siempre ‘apadrinar’ a esta pequeña localidad olvidada y porque no decirlo, poco entendida. Su posterior adhesión al último ayuntamiento constituido en España, el de El Pinar de El Hierro, marcó sin duda el antes y el después de este pueblo marinero con una población que apenas llega a los 600 habitantes.

Tengo que reconocer que siempre me he sentido identificado con este pueblo, posiblemente por mi carácter inconformista que sintoniza con ese espíritu reivindicativo que se respira en La Restinga. Un pueblo en el que, pese a sus reducidas dimensiones, que no creo superen el kilómetro cuadrado, ha evolucionado en unas relaciones vecinales condicionadas por el aislamiento y a veces, y sin que nadie se sienta ofendido, por la falta de intimidad. En La Restinga no solo se oye el sonido del mar, también cualquier asunto, pese a que se pretenda mantener en secreto.  

La Restinga ha demostrado ser en toda su historia un pueblo sufrido y resignado. Su posición como localidad más meridional de España resulta atractiva: un clima soleado del sur propició para el turismo, un mar de aguas transparentes y cálidas, unos recursos pesqueros y a la vez gastronómicos de excelencia, son entre otros los principales  atractivos; pero a pesar de todo ello vivir en La Restinga puede ser de extrema dureza no para el que la visita sino para el que la vive y padece.

La Restinga nunca olvidará aquel mediodía del 11 de octubre de 2011 en el que sus 547 habitantes  fueron desalojados de sus casas y concentrados en el campo de fútbol, para ser trasladados posteriormente a otros lugares de la isla. En aquella fecha, previa a la erupción submarina, la vida en esta localidad cesó en minutos y paso a convertirse en un pueblo fantasma, después vendría un segundo desalojo y los daños colaterales en la flora y fauna en el cercano Mar de Las Calmas,  la principal despensa pesquera de La Restinga y de la que tiraba el funcionamiento de todos sus sectores económicos: pesca artesanal, buceo, restauración y alojamiento extra hotelero.

De todas las adversidades se sale, y una vez superada esta crisis sísmico-volcánica, llegó la remontada de La Restinga, y la misma dio paso a una expansión turística, y lo que fue un episodio duro y triste, puso de nuevo a La Restinga como un destino preferente en la isla de El Hierro. Pero como dice la leyenda oral, las desgracias nunca vienen solas, y su posicionamiento geográfico como puerto más meridional de España lo convierte en punto de mira de las mafias migratorias, el punto de llegada de miles de migrantes que huyen de guerras, persecuciones y miserias, en la búsqueda de un mundo mejor para ellos y ellas y para sus hijos e hijas, no dudando en cruzar la mortífera ruta atlántica. 

No hace falta que se lo digan una y mil veces, la solidaridad y la empatía las ha demostrado sobradamente el pueblo de La Restinga en los más dos años en que ha visto pasar por su muelle unos 41.250 seres humanos, cientos de cayucos, mujeres niños, bebes y unos cincuenta fallecidos, casi el 60% de los migrantes que han llegado a Canarias. Han puesto a disposición su limitada estructura sanitaria para la atención a los migrantes. 

Los habitantes de La Restinga han sido espectadores de multitud de visitas institucionales que han ido a darles ánimo y mostrarles su gratitud y compromiso solidario con el drama migratorio, pero como dice la cita bíblica “no sólo de pan vivirá el hombre”, y durante todo este tiempo, 

La Restinga y su gente han demostrado su resistencia  a los temporales de mar y a la migración sin una respuesta clara y resolutoria. Han sido testigos mudos de la paulatina ocupación de su único muelle, del deterioro progresivo de los pantalanes de su marina y del empeoramiento de condiciones higiénicas y sanitarias, no sólo de su muelle sino de su playa y aguas con certificación de Bandera Azul. Pero además son conscientes de que el drama migratorio va para largo y que también tiene un costo para sus débiles economías sustentadas en el turismo y la pesca.

Me consta la preocupación e implicación de las administraciones públicas, sobre todo de las herreñas, pero el fenómeno migratorio no tiene una solución a corto plazo, por lo que va para largo. Los ministerios de Migraciones e Interior tienen que dejar la resignación y el inmovilismo, para ponerse a trabajar de forma conjunta y sacar a La Restinga y a El Hierro de este callejón sin salida, porque de lo contrario, y ya estamos viendo los primeros fotogramas, podremos caer en una espiral con tintes insolidarios y hasta xenófobos.

El Hierro, y de manera particular La Restinga, lo han  dado todo y empiezan a demostrar una sensación de cansancio y hartazgo, no por los migrantes, ellos no tienen la culpa, sino por la falta de respuesta de las administraciones competentes, a las que les toca actuar y dejar el estribillo cansino de la humanidad y la solidaridad, que esa ya nos la sabemos aquí, no hace falta que nos la repitan.

Mientras tanto, gracias a todos los dispositivos y voluntarios que demuestran día a día que bien merece luchar por un mundo mejor, y por supuesto a los vecinos de La Restinga que lo han demostrado sobradamente.
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