Raúl Álamo padre me dijo, ya con la voz rota, quebrada de tanta nicotina: “tu padre se fue para La Palma con la pena de su hijo (o sea, yo)”. Lo creo porque me lo dijo don Raúl. Ya hace muchos años de esto. 

Recuerdo, vagamente, a Maribel Panizo, la mujer de don Raúl y madre de Raúl, Nica, Álvaro y David Álamo Panizo. Recuerdo que su cara me parecía virginal, como angelical. Yo era entonces muy pequeño. Pero aún rememoro el día en que falleció, muy joven. 

El pasado 12 de diciembre del 2022, tal y como rememora Álamo en su Facebook, se cumplió el 40 aniversario del fallecimiento de su madre, Maribel Panizo, “un ser del que desgraciadamente no pudimos disfrutar en todo su esplendor porque una cruel enfermedad nos la arrebató a los 44 años de edad. Yo tenía tan solo 20 años, y una adolescencia no permite valorar esos sentimientos que se van ganando con la edad”, recuerda.

Si Raúl tenía 20 años, yo rondaría los 14. Cuando sucedió el triste fallecimiento de su madre, no sé por qué, pero allí estaba yo, en el patio de la casa de doña Felicia (tía de Raúl), la de la librería (otra mujer bella por dentro y por fuera), junto a Álvaro, Nica y David (el más pequeño de los hermanos) el día del óbito, en el enorme patio del interior de esta casa señorial, hoy condenada al olvido. 

Desde niño he apreciado a la familia Álamo Panizo. El patriarca me regalaba sellos (en ese entonces yo los coleccionaba) que cogía de las múltiples cartas que llegaban al Ayuntamiento de Valverde, donde trabajó don Raúl como administrativo y, durante la mayor tiempo del año, como secretario-interventor de la Corporación capitalina.

Hago esta pequeña entradilla a modo de recuerdo nostálgico de parte de mi niñez. Mi tía, Fela Barrera Gutiérrez, vivía a escasos metros de Correos, donde, a su vez residía la familia Álamo Panizo. Mi tía Fela era de esas personas que no olvidaré jamás. Buena, gentil, guapa…Recuerdo llorar bastante cuando falleció. Yo era un niño entonces, pero no lo he olvidado. Su cuerpo, según me cuenta mi hermana, Sonia, permanece incorrupto en el cementerio de Valverde. 

Mi tío, Paco, marido de mi tía Fela, trabajaba en Correos. Y en esa zona correteábamos; entre El Cabo, Tesine y La Calle.

Hoy, estimado Raulito, te toca a ti. Tú que siempre tienes el agradecido detalle de plasmar hermosas letras de los demás; hoy, como digo, las leerás tú. Ya te lo advertí.

Al fallecer Raúl padre, la familia se queda huérfana. Sin madre, ni padre, tuvo que ser el mayor, Raulito Álamo, quien comenzara a llevar las riendas de la familia. 

Poco a poco, con arduo trabajo y sentido de la responsabilidad (una virtud que nunca ha perdido y que es común a toda su famlia), Raúl (aparte de su trabajo como funcionario del Cabildo), ayudó a sus hermanos, Álvaro y David, a labrarse un futuro como autónomos (Nica también es funcionario).

Montando pequeñas empresas familiares que se han ido haciendo grandes con el paso del tiempo. Trabajando para y por la juventud herreña (en el recuerdo queda las noches cuasi eternas de la discoteca El Cine). 

Poco a poco, con serenidad y buen pie, Raúl ha ido conjugando familia y trabajo, aunque, bien es cierto, muchas veces robándole tiempo a la propia familia en pro del trabajo. Su mujer, Inma, y sus hijas Claudia (una mujer bella como su madre, gentil como su padre y con una voz impresionante) y Valeria, la menor de la saga. 

Raúl también fue corresponsal de RNE, TVE y de la extinta agencia de noticia Ideapress, entre otros muchos medios donde ha colaborado.

De talante conciliador y dialogante, a Raúl le fastidia (y mucho) caerle mal a alguien. Trata siempre de escribir (que, a dios gracias, ahora lo hace mucho más a menudo) sin molestar a nadie; más al contrario, lo hace elogiando, agradeciendo o plasmando sentidos obituarios. Nunca ha pedido nada a cambio. Aunque, bien es cierto, quienes nos dedicamos a escribir con un simple “gracias” o “buen trabajo” nos basta. Ya ven.

Hoy, con 61 años cumplidos, Raulito ya es don Raúl. Y yo me alegro. De corazón. 

Larga vida, compañero.